La música pop es una pluralidad de estilos que rompen con cualquier canon procedente de cualquier academia.
No hay un artefacto más nocivo que la apropiación en los concursos musicales televisivos de una supuesta academia que redirige la música hacia los intereses del mercado.
No hay una forma determinada de hacer hacia donde la música se tenga que plegar, pero sí que hay un cliché en cada momento que viene determinado por un consumo de música adaptado a lo que se necesita vender.
Lo que quiere el público nunca es lo que quiere el individuo, cuando nos tratan como a una masa nos están vendiendo cosas que no queremos pero que toleramos por nuestra necesidad gregaria de aceptación.
La transgresión en la música es un valor puramente reactivo, el valor que merece nuestra atención es de la experimentación.
Queremos músicas concebidas por autores, no por campañas de publicidad, esas canciones que tienen una intención, un contexto, que muestran un mundo propio, que nos identifican con formas de vida propias.
Por eso y por toda la resistencia pop que vamos a vivir en los próximos años vuelve Aplasta
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